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Una sequía se ha definido por diversos autores como la condición promedio a largo plazo del balance entre la precipitación y la evapotranspiración en un área definida,<br/>que a su vez también puede ser influenciada por fenómenos océano-atmosféricos (Dracup et al., 1980; Wilhite DA, 1985; Morales et al., 2012;). La principal causa de cualquier sequía es la ausencia de lluvia y, en particular, el tiempo, distribución e<br/>intensidad de esta ausencia en relación con el agua almacenada, la demanda y el uso (Milan Gocic, 2014).<br/>La sequía es uno de los desastres naturales más costosos y recurrentes, causando grandes problemas a la economía y ecología. En 2012, en la región media oeste de<br/>Estados Unidos se estimaron daños provocados por sequías hasta los 12 billones de dólares esto principalmente proveniente del sector agrícola. (Huang, S et al, 2016; Henderson & Kauffman, 2012). Además de estos problemas, la sequía afecta directa e indirectamente a la sustentabilidad social de una región o localidad en específico. Por ejemplo, la sequía<br/>puede causar daños en los cultivos, disminuyendo la productividad y aumentando los costos de producción, lo que lleva a los agricultores a tener pérdidas y esto pone<br/>en riesgo la seguridad alimentaria y entonces incremente la pobreza de las localidades. (Lei, Yongdeng et al. 2016)<br/>En este sentido, se espera que como parte de los efectos del cambio climático se empeore la presencia de fenómenos como sequías e inundaciones, y la prolongada<br/>exposición a esta amenaza afectara sobre todo a países en desarrollo (Xenarios S. et al. 2016).<br/>Las sequías en los próximos años podrían ser más dañinas y frecuentes, con el incremento de la demanda de agua debido al crecimiento de la población, la<br/>disponibilidad de agua se verá limitada debido a estos cambios (Kim, H., et al, 2015). A pesar del gran impacto al que las sequías conllevan tanto económicamente como<br/>ambientalmente, las acciones e investigaciones coordinadas de mitigación contra dicho fenomeno, en su mayoría, se dan posteriormente a la ocurrencia de algún<br/>evento de sequía en particular (Bonsal, Barrie R., et al 2011).<br/>El cambio en los patrones climáticos es ahora reconocido como una de las mayores amenazas para el planeta en el siglo 21. De acuerdo con el Panel Intergubernamental en Cambio climático (IPPC, 2007), observaciones precisas en<br/>los últimos 157 años muestran que la temperatura de la superficies han incrementado globalmente, con algunas variaciones según la región.<br/>Una cantidad considerable de investigaciones se han efectuado con la finalidad de cuantificar la severidad de una sequía, debido a que esta usualmente es medida<br/>dependiendo de su duración, intensidad o área afectada. (Kim, H., et al, 2015). Por ejemplo, el PDSI (Palmer Drought Severity Index) desarrollado por palmer<br/>(1965) y el SPI (Standarized Precipitation Index) desarrollado por Mckee et al. (1993) son índices de referencia para el análisis de sequías. Actualmente más de<br/>50 índices de sequía están disponibles en la práctica. (Kim et al., 2011). Por lo tanto, es de gran importancia, incrementar los conocimientos que se tienen de la sequía y sus patrones, los cuales ayudan a mejorar las capacidades de<br/>adaptación a los cambios climáticos que se vienen presentando. (Osorio & Galianio, 2012). En México, las sequías representan un alto riesgo, principalmente para la agricultura, ya que ésta es una de las principales fuentes de empleo e ingresos<br/>económicos del país (Ortega-Gaucin, 2013). Los impactos generan pérdidas para la economía regional y nacional. Según los diferentes organismos nacionales de<br/>2011 a 2012 el país vivió la sequía más severa de los últimos 70 años (CONAGUA,<br/>2012; SAGARPA, 2012). Los modelos hidrológicos a escala regional y el análisis climático han mejorado en<br/>los últimos años, creando oportunidades para el desarrollo de una retrospectiva hidrológica para caracterizar l sequías pasadas (Correa et al., 2017) Es difícil caracterizar eventos extremos hidrológicos históricos porque en general<br/>los registros de observación in situ están disponibles únicamente para las últimas décadas y sólo para algunas cuencas y ríos. Se han realizado mejoras en modelos<br/>hidrológicos capaces de simular procesos hidrológicos e hidráulicos de superficie y<br/>variabilidad y cambios relacionados con el uso de la tierra y el clima (Nijssen et al., 2001, Coe et al., 2008, Neal et al. 2012, Yamazaki et al., 2012, Alfieri et al., 2013, Karlsson et al., 2016). Las observaciones hidrológicas con sistemas de sensibilidad<br/>remota (Lettenmaier et al., 2015) y el análisis climático también han evolucionado en los últimos años. La fusión de modelos hidrológicos con estos nuevos conjuntos<br/>de datos podría proporcionar información de mejor cobertura espacio temporal y calidad para explorar el comportamiento hidrológico pasado (Nogués-Paegle et al.,<br/>2002) Es importante comprender los impactos de las sequías sobre las condiciones hidrológicas en sistemas de bajo flujo a diferentes escalas temporales y espaciales,<br/>típicas de los climas semiáridos y mediterráneos (Brown et al., 2015). Varios modelos se han utilizado antes para evaluar los impactos de la sequía en diferentes cuencas en todo el mundo (Von Gunten et al 2016, Ahn et al 2016). En el noroeste<br/>de México, en una investigación de Molina-Navarro et al. (2016) se creó un modelo hidrológico para evaluar impactos de cambio climático utilizando la Herramienta de Evaluación de Suelos y Aguas mejor conocida como SWAT (Soil and Water Assessment Tool) por sus siglas en inglés, para evaluar los impactos del cambio climático en una cuenca semiárida. |