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Hoy en la actualidad existe una alta demanda de atención por parte del paciente consumidor de drogas; representa un problema de suma importancia para la salud pública por sus múltiples características, desde los riesgos a la salud que conlleva, la disfunción social y los altos costos que implican los diversos tratamientos del paciente. El abuso de drogas es un problema especialmente complejo, ya que al ser modulado por factores de muy diversa índole, se dificulta su manejo y sobre todo rehabilitación. La comprensión de este problema requiere de un abordaje multidisciplinario, en especial de la genética, neurociencia, psicología y sociología (Vaughn, Beaver, DeLisi, Perron y Schelbe, 2009). Definiremos a las drogas como sustancias que interfieren en el funcionamiento del sistema nervioso central (SNC), siendo su consumo un problema cuando la relación individuo-producto se hace extremadamente intensa, interfiriendo en la vida cotidiana de la persona, tanto en las relaciones existentes como en el establecimiento de nuevas relaciones, con pérdida de libertad y una alteración de la jerarquía de las prioridades de la persona que está usando/abusando de las drogas (Miguel, N., 2006). El proceso de superar el abuso y dependencia a las drogas no es fácil, la mayoría de las veces se acompaña de síntomas de privación y sufrimiento emocional. Las personas que no son capaces de superar el malestar, tanto psicológico como físico, asociado a la abstinencia están en mayor riesgo de continuar de dichas sustancias (Daughters, Lejuez, Kahler, Strong y Brown, 2005).<br/>La comunidad científica reconoce, cada vez más, que la dependencia a las drogas es una enfermedad crónica que requiere de atención y seguimiento a largo plazo (Hser et al., 2008). Las intervenciones centradas en la abstinencia pueden ser efectivas para cierto grupo de personas, en cambio para otras, debido a la frecuencia de recaídas y rechazo a los tratamientos, los sistemas de salud han desarrollado diferentes operaciones para reducir riesgos, tanto inmediatos como a largo plazo, para los consumidores de drogas (MacCoun, 1998). Ejemplos de estas operaciones son la distribución de jeringas estériles, la educación al paciente sobre el cambio de área de aplicación de la droga, prescripción de sustitutos opiáceos, asesorías sobre enfermedades de transmisión sanguínea, etc (Broadhead, Kerr, Grund y Altice, 2002; Hurley, Jolley y Kalor, 1997; Ling, Huber y Rawson, 2001). De los muchos factores ambientales y psicológicos que influyen en la rehabilitación de la drogodependencia, uno de los más importantes es la autoeficacia, es decir, el nivel de confianza que los consumidores tienen en sus propias capacidades para adoptar comportamientos destinados a mantener la abstinencia al consumo de drogas (Bandura, 1995, 1999). Los individuos que intentan modificar estos comportamientos adictivos pasan a través de una serie de etapas. Diversas líneas de investigación apoyan las teorías sobre las mencionadas etapas de cambio (Prochaska, DiClemente, 1992), sobre todo las principales propuestas por los autores, las cuales son la precontemplación, contemplación, acción y mantenimiento, de las cuales se hablará de forma más detallada en el transcurso de esta investigación.<br/>El desarrollo de instrumentos adecuados para el estudio y medición objetiva del paciente adicto, es cada vez más importante, puesto que debe permitir al investigador entender mejor el constructo evaluado y aumentar la eficacia de la intervención, siendo la drogodependencia una de las áreas que presentan carencias en ese aspecto (Lopes, Prieto, Delgado, Gamito y Trigo, 2010). Con el presente trabajo, se intentará contribuir a una mejor comprensión de la importancia de la autoeficacia en la adicción a las drogas, validando en español la escala propuesta por Martin, Wilkinson y Poulos en 1995 para medir la autoeficacia del paciente en cuanto a la evitación al consumo de drogas |
