"Filicidio" narrativas de violencia, mujeres en reclusión y subjetividad femenina. [recurso electrónico] / Jaime Olivera Hernández ; directora, Lilian Paola Ovalle Marroquín.
Tipo de material: TextoDetalles de publicación: Mexicali, Baja California, 2016Descripción: 1 recurso en línea ; 141 p. : il. colTema(s): Filicidio -- Tesis y disertaciones académicas | Violencia femenina -- Tesis y disertaciones académicasClasificación LoC:HV6542 | O55 2016Recursos en línea: Tesis digital Nota de disertación: Tesis (Doctorado) - Universidad Autónoma de Baja California Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, Mexicali, 2016. Resumen: La idea de estudiar lo culturalmente significativo de un tema relacionado con la violencia femenina, me la dio una situación de entrevista con tres mujeres en reclusión acusadas de filicidio1 . Tales entrevistas las realicé en abril de 2011, a internas del M15 (Módulo 15, ahora Módulo 6) del CERESO de la ciudad de Mexicali, B.C., como parte del trabajo de campo para mi tesis de maestría titulada: “De entre lo malo lo justo. Narrativas de violencia: sicarios y trayectorias de vida”. El objetivo de esa tesis fue interpretar las narrativas de cinco sicarios en reclusión2 , tanto de sus trayectorias de vida como acerca de sus espacios de ocio y de placer. Me enfoqué, sobre todo, en sus “narrativas de violencia”. Es decir, los correlatos que aparecen dentro de la misma narración de los sujetos, y que versan sobre violencia. No obstante, estas tres mujeres no cumplieron con el perfil necesario para considerarlas como informantes clave de dicha investigación: estar sentenciadas por el delito de homicidio relacionado al crimen organizado. Tiempo después (y con la intención de escribir un anteproyecto para postular al doctorado), volví a escuchar las entrevistas. Mi propósito era descubrir en ellas algún dato o indicio que me permitiera pensar en un tema cardinal y relevante. En efecto, un tema en el que la violencia asomara su rostro innegable. Pensé, entonces, que un hecho relacionado con la violencia femenina sería pertinente y de gran interés científico, debido a la importancia actual del enfoque de “género”. Este paradigma aparece como un campo fértil dentro de las ciencias sociales, su interpretación ha permitido observar que dicha construcción impacta desde las estructuras sociales hasta la manera de agenciarnos el poder3 . Por ejemplo, “la comprensión de cómo la simbolización de la diferencia sexual estructura la vida material y simbólica es ese tipo de cortes (breaks) epistemológicos que Stuart Hall considera importantes y significativos […]” (Lamas, 2003: 328). Al hablar de epistemología es inevitable traer a colación el problema de cómo se genera y se valida el conocimiento de las ciencias. El conocimiento significa, para Johannes Hessen (1989), una relación entre un sujeto (cognoscente) y un objeto (cognoscible), lo que quiere decir que se da inicio a una interacción donde el objeto (los informantes o, en todo caso, los sentidos y significados que le dan a sus vidas), por ejemplo, dentro de las investigaciones de corte cualitativo) es aprehendido por el sujeto (o sea, el investigador). En ese sentido, la epistemología –puesto que estudia el conocimiento, los elementos que participan en él y la forma en que éste es estructurado– tiene que ver con el análisis de los preceptos que se emplean para justificar los datos científicos, considerando los factores sociales, psicológicos e históricos que entran en juego. De tal forma, se puede establecer de manera más clara aún, que la epistemología de lo que se encarga es de abordar el conocimiento a través de la respuesta a diversas preguntas de vital importancia como: ¿qué es el conocimiento?, ¿cómo se conoce?, ¿cómo es el proceso de razonamiento en los seres humanos?, ¿se puede conocer la verdad? Es importante, por lo tanto, comprender que tales respuestas ofrecen información sobre las causas del conocimiento, para así poder explicar y/o comprender (según el paradigma) mejor sus efectos. Así nació mi interés por investigar, comprender, analizar e interpretar la historia de vida de una mujer en reclusión “acusada” de asesinar a sus dos pequeñas hijas, ubicada en el contexto de una modernidad tardía (Giddens, 1994; Beriain, 1996; Beck, 2002). Dos niñas que estuvieron bajo su cuidado al brindarles alimentación, cobijo, educación y tiempo, hasta probablemente el desarrollo de afecto. El homicidio se vuelve, entonces, mucho más complejo, ya que es cometido por mujeres que cumplen, generalmente, con largas sentencias en la cárcel debido a este delito. Algo interesante es que estas mujeres han sido “clasificadas”, además, como “normales” (es decir, mujeres que fueron sentenciadas sin habérseles encontrado o al menos comprobado un estado de perturbación mental). Ante todo esto, se puede comprobar que dichas mujeres son y han sido, generalmente, juzgadas con dureza tanto por las leyes como por la sociedad en general, considerándolas “malas madres” (Azaola,1997). Lo interesante de este fenómeno, lo ha conducido a ser abordado por diferentes disciplinas y perspectivas. Específicamente, han sido la psicología, la psiquiatría, la criminología y el trabajo social, las que se han encargado de prestar una mayor atención sobre el tema. Asimismo, el enfoque teórico bajo el cual lo han estudiado ha sido, principalmente, el de género. No obstante, mi interés se centra en abordar el tema desde los estudios socioculturales4 . Éstos, destacan por la necesidad de obtener un carácter metodológicamente más abierto y dispuesto a adaptarse a las necesidades de sus objetos de estudio. Se caracterizan, también, por analizar dichos objetos poniendo en juego la interconexión de tres conceptos fundamentales: “la subjetividad”, “el poder” y “la cultura” (Reguillo, 2004). Partiendo de esta consideración, presento algunos trabajos que han investigado el tema de una forma similar a la que intento realizar. Uno de ellos es el de Matilde Blas Huerta, titulado “Madres filicidas”. Este estudio tiene por interés central: comprender e interpretar los sentidos, los significados y las motivaciones que llevan a una madre a cometer este acto (el filicidio). Así como a construir y reconstruir su biografía individual, al conocer qué fue lo que pasó en su proceso de vida que la llevó a convertirse en homicida/filicida. El marco teórico que utiliza la autora, como base para interpretar dicho fenómeno, parte de cuatro perspectivas: la mitología, el marco legal, la criminalidad femenina y la perspectiva psicosocial. En cuanto a la metodología utilizada para lograr sus objetivos, Blas Huerta, hace uso del método cualitativo, al que considera el más adecuado para poder comprender el problema que se propuso investigar. Recurre así, a la técnica de la narrativa oral para concederles la palabra a las mujeres filicidas y escucharlas atentamente para poder darle sentido a la muerte de sus hijos. Es importante señalar que fueron cinco diferentes categorías (género, violencia, lo económico, el juicio social y el espacio), las que sirvieron para el análisis y la interpretación de esta investigación. Así, lo que ofrece la autora en este trabajo, son las historias de vida de cuatro mujeres recluidas en el “Centro Femenil de Readaptación Social de Tepepan”, en la ciudad de México. Para Blas Huerta, la intención de este trabajo no fue dar conclusiones finales acerca del tema. No obstante, los hallazgos encontrados en él, muestran que: por una parte, resulta significativo el hecho de que muchas mujeres presas, se encuentran en esa situación por ignorancia, por falta de educación, de información, y de oportunidades reales de empleo. En segundo lugar, la autora considera al amor maternal como un mito, puesto que es una construcción social que nace dentro de las sociedades y que puede ser diferente según la sociedad donde toque vivir. No existen, para la autora –como lo describe al interior de este trabajo– comportamientos unívocos de como “ser” madre sino que, por el contrario, se evidencian conductas sumamente volubles, cambiantes, que tienen que ver con sus creencias culturales, sus ambiciones, sus sentimientos. Por qué no llegar a partir de esto –se cuestiona la autora– a la conclusión de que el amor maternal es sólo un sentimiento y como todo sentimiento débil, contingente, frágil (aunque parezca un poco cruel), éste es un sentimiento que puede aparecer o desaparecer, existir o no. En estas mismas internas apareció, por otra parte, una gran necesidad de ser escuchadas y comprendidas; de que conozcamos sus motivos, sus circunstancias. Para esta autora, es importante dejar de considerar que la mujer que mata a sus hijos lo ha hecho premeditadamente, con alevosía, con cálculo perfecto, con extrema frialdad, sin considerar sus circunstancias de vida. Porque pareciera ser que las autoridades que las condenan, perciben los acontecimientos sin razón alguna dando por sentado que el único motivo que pudo haber conducido al desenlace de estos fatales hechos es la anormalidad u enfermedad de la mujer, afirma. Este trabajo evidencia, también, el lugar privilegiado que nuestra sociedad, nuestra cultura (occidental), otorga a la maternidad: lugar de privilegio que al poner en duda la ambivalencia que le es inherente a la maternidad, recibe las condenas, los castigos, las culpas más severas. Así, para la autora, las mujeres que relatan su historia de vida en este trabajo, son mujeres cuyos perfiles pudieran estar dentro de la exclusión social. Otra de estas investigaciones es la tesis de licenciatura en Trabajo Social de Rita Boscán y Adriana Reyes, dos estudiantes de la Universidad Central de Venezuela. En su trabajo titulado “Dos estudios de casos de mujeres filicidas recluidas en instituciones del Estado” (2011), las autoras apuntan que el filicidio materno es un fenómeno impactante que ocurre en todas las culturas y en todos los tiempos. De esta forma, y siguiendo a John Elster (1991), dado que todo acontecimiento puede ser descrito de diferentes maneras, en las explicaciones narrativas, por ejemplo, se presupone que sólo las características relevantes del acontecimiento, en lo causal, son las que se utilizan para identificarlo. Si esto es así, algo que es necesario considerar para la interpretación del fenómeno, tiene que ver con la centralidad que adquieren los acontecimientos anteriores al hecho filicida en la vida de mis informantes. En este sentido, y con respecto a la pregunta: ¿cuáles son las explicaciones causales que rodean al problema de investigación?, me parece que –al igual que los resultados de diversas investigaciones consultadas por Boscán y Reyes– son las dificultades económicas que, a su vez, conllevan a bajos niveles educativos. Pero por otra parte, lo son, también, ciertas dinámicas familiares destructivas donde opera una suerte de “escalera de la violencia”. Donde las personas aprenden a violentar a los más débiles que ellas, a través de su propia experiencia como víctimas de algunos miembros de su familia que se adjudican o arrogan cierto poder, constituyendo de esta manera, un ambiente propicio para la gestación de la violencia, especialmente contra la integridad de los hijos. Así, esta investigación aborda el tema del filicidio materno, visto como un tema complejo, muy delicado, poco estudiado y que causa rechazo en el común de las personas. Se podría decir que es un tema tabú, debido a las implicaciones religiosas, psicológicas y sociales que entraña. Para las autoras, por lo tanto, el filicidio se trata de un concepto que contradice el estereotipo de la maternidad como sinónimo de amor y que, en ese término, está implícito el cuidar y proteger a “la prole” por sobre todas las cosas. Estos antecedentes constituyen, entonces, el punto de partida de dicha investigación. Su objetivo, además de indagar sobre las causas, los antecedentes y las características de madres que han acabado con la vida de sus hijos, es ofrecer un poco de luz sobre cómo prevenir este acto; explorar los sentimientos y pensamientos de las madres filicidas; y explorar hasta qué punto la terapia y tratamiento recibido han cambiado su percepción sobre sí mismas y sobre las condiciones que las impulsaron a cometer ese acto. Dicho estudio es de tipo descriptivo-exploratorio y el número de informantes fue de dos madres filicidas que están recluidas en dos instituciones del Estado: el “Hospital Psiquiátrico de Caracas” y el “Instituto Nacional de Orientación Femenina”. La primera informante, inimputable por enfermedad mental, y la segunda, condenada por el filicidio. Por otra parte, en cuanto al método llevado a cabo para recoger los datos, las investigadoras aplicaron entrevistas en profundidad a las dos mujeres y entrevistaron a personas adscritas a las instituciones involucradas. Esta metodología permitió encontrar no solamente testimonios que permitieran responder a los objetivos planteados sino también revelar otros aspectos resaltantes relacionados al problema de investigación. Para el análisis de los datos, la información fue dividida en categorías relacionadas con los objetivos de la investigación y la estructura teórica, reforzada con fragmentos de los relatos de ambas mujeres. Tales categorías (infancia y familia; educación y expectativas de vida; primer embarazo y vida en pareja), permitieron poner de manifiesto las semejanzas, diferencias y relaciones significativas entre los diferentes aspectos que llevaron, finalmente, a establecer las conclusiones obtenidas a partir del análisis del discurso de las mujeres y del total de la información recolectada. Los resultados arrojaron que las dos mujeres tienen un bajo nivel socioeconómico, sufrieron violencia conyugal y estaban bajo un alto grado de tensión antes de cometer el hecho. Ambas madres crecieron en núcleos familiares disfuncionales, donde tratar de cubrir las necesidades básicas supeditó la atención integral hacia ellas. Hoy en día han ganado madurez y seguridad; pero, el sentimiento de culpa siempre está gravitante. Esto mismo parece suceder, y se podrá ver más adelante, en el caso de la historia de vida que quiero presentar. Otro trabajo que representa a los estudios que se han realizado sobre el tema del filicidio (y que a diferencia de los dos anteriores no es un trabajo empírico), es el artículo titulado “Filicidio: una revisión”, de Ricardo de la Espriella Guerrero (2006). En dicho artículo –situado en el campo de la psiquiatría– el autor presenta la introducción de una investigación más amplia sobre historias de vida de mujeres filicidas inimputables (quien al cometer un delito no comprende su ilicitud), por enfermedad mental. Para este investigador, el filicidio es un hecho impactante que ocurre en todas las culturas, como acto aislado o sistemático. Debido a esto, su interpretación es específica para cada cultura. Un dato relevante que muestra De la Espriella (y que sirve un poco como justificación de una aportación de esta tesis), es que en años recientes el filicidio ha sido retomado sólo por la literatura psiquiátrica. El objetivo general de este artículo es evaluar los factores históricos y culturales asociados al filicidio, poniendo énfasis en el filicidio materno y la enfermedad mental. De esta manera y mediante la revisión de la literatura (buscada principalmente en la base de datos MedLine, así como en libros y revistas de bibliotecas médicas – específicamente en literatura psicoanalítica– y de los buscadores Google® y Altavista®, de donde se rescataron artículos, bibliografía y direcciones electrónicas), el autor establece el conocimiento actual sobre el tema y los diferentes abordajes teóricos. Uno de ellos es el del psicoanálisis, el cual, a través de diversos reportes de casos, asume que el filicidio cometido por mujeres tiende a estar asociado a cuadros psicóticos, en oposición a los cometidos por hombres, quienes se diagnostican más frecuentemente con trastornos de la personalidad. Así, para la psiquiatría, el filicidio es una expresión rara de la enfermedad mental que está asociado, principalmente, a la depresión posparto y es, quizás, la manifestación más dramática de esta patología. En este trabajo, el autor presenta una gama de abordajes desde donde ha sido estudiado el filicidio. Además de la psiquiatría, otros de los campos de estudio del tema son la antropología, el psicoanálisis y la epidemiología. De esta forma, el autor presenta una serie de trabajos de científicos tanto sociales como naturales, que han aportado a la discusión de tan incomprensible fenómeno para el sentido común5 . Así, en sus conclusiones, De la Espriella coincide con Boscán y Reyes, en que el filicidio es un hecho que ha ocurrido en todas las culturas, ya sea en forma aislada o como práctica sistemática con interpretación específica para cada comunidad. Por otra parte, afirma que el filicidio es un hecho que tiende a estar subregistrado que, incluso para la psiquiatría, ha sido un tema poco tratado e investigado. Por último, otro de los trabajos que han aparecido sobre el tema del filicidio es el texto titulado: “El Filicidio: tema que horroriza” (1987). En enero de 1984 –explica Teresita de Barbieri– al finalizar una de las juntas semanales de la dirección colectiva de la revista Fem., se quedaron platicando Ángeles Mastretta, Tununa Mercado y la propia Teresita, impresionadas ante las noticias aparecidas en la prensa de esos días sobre varias mujeres jóvenes que habían matado a sus hijos. Las tres llegaron a la conclusión de que el problema exigía ser tratado con seriedad y desde varias perspectivas. De esta forma, de Barbieri se hizo responsable del proyecto convocando a una mesa redonda a la cual no pudieron asistir ni una filósofa ni una abogada que habían sido invitadas: Silvia Catalá y Aída Reboredo, respectivamente. Sin embargo, hicieron llegar un perfil (a las demás participantes), de las mujeres encarceladas durante 1982 en el reclusorio de mujeres de la Ciudad de México, acusadas por el delito de filicidio. En consecuencia, la mesa redonda se convirtió en una plática a tres bandas entre Antonieta Torres Arias, psicoanalista, Elsa Malvido, historiadora y Teresita de Barbieri. Esta mesa redonda fue publicada en 1987, en el texto que menciono. En él, las autoras expresan que en ese año (1982), existía dentro del reclusorio femenil, un “no despreciable” veinticinco por ciento de mujeres acusadas de filicidio, provenientes de los sectores medios y altos. Para estas investigadoras, resultó importante tomar en consideración que las mujeres de los sectores medios y altos tienen otros recursos para esconder el delito y evitar el peso de la ley. Así, centrándose en el fenómeno del filicidio urbano (real o simbólico), se preguntan: ¿cuál es más recurrente?, ¿el cometido por los padres o, por el contrario, el que llevan a cabo las propias madres? Para Antonieta Torres Arias, si se piensa en el nivel de la teoría psicoanalítica, el filicidio no ha sido suficientemente tratado. No obstante, estas investigadoras piensan el fenómeno desde varias aristas. Un de ellas es desde la “maternidad”, la cual se puede pensar como un lugar de desplazamiento y condensación de una serie de fenómenos sociales, psíquicos, biológicos, complejos. Desplazamiento, porque se ponen ahí una serie de conflictos, expectativas, deseos, anhelos, sentimientos. Y se condensan en ese punto: la sexualidad, la relación de pareja, la situación social. Es un momento muy crítico. Por otra parte, según la información de que dispone Elsa Malvido, el filicidio aparece en México a partir de la época colonial con la monogamia. En la época prehispánica existe en ciertos grupos el sacrificio de los niños, pero es una respuesta ritual que tiene que ver con la cosmovisión general. Es decir, no se puede hacer una generalización del comportamiento de las sociedades porque la cultura era distinta. También es interesante ver que no ha sido un tema de particular interés para los historiadores, porque –según la investigadora– estas grandes vergüenzas de la humanidad, en su mayoría no están consignadas en documentos. De esta forma se preguntan ¿qué le pasa a las mujeres abandonadas por el hombre?, ¿a quién le dirigen el odio cuando maltratan al hijo? La respuesta es: a quien las embarazó y a la propia madre que las hizo mujeres. Pero así como reducir el filicidio a situaciones económicas es muy simplista, reducirlo a una ecuación psíquica también es parcial. Bajo este contexto, estas tres investigadoras se preguntan si ¿es posible, en las condiciones actuales, prevenir el filicidio?, y si es así, ¿qué se debería hacer? Para Elsa Malvido, lo que pasa es que esto no sólo ocurre en las familias marginadas; se da en toda la sociedad, cruza todas las clases, aunque sea más claro en las familias constituidas alrededor de la mujer. En este mismo tenor, Antonieta Torres Arias, afirma que la familia es el receptáculo de la frustración social: impone un tipo de sexualidad y de vida. El maltrato en nuestra sociedad, entonces, y sobre todo en la clase baja lo recibe el niño en su casa. Así, afirman que es la familia el lugar donde el sujeto estalla. Así que al final del documento se pregunten ¿de dónde la sorpresa de que en un momento dado se llegue a cometer un crimen? ¿En qué medida el cuerpo social puede ayudar a esto, si de todos lados hay control y sustracción de sí mismo? ¿Cuál es la solución? Para las autoras la respuesta es, quizá, una politización, una concientización política, porque estos problemas son también políticos, y mientras se acuse per se a la mujer filicida como homicida y se le encarcele –aunque el compañero haya colaborado como cómplice– este problema seguirá tan obscuro como ahora. ¿Puede, entonces, el Estado hacerse cargo de estos hijos de padres alcohólicos, de padres desempleados, de madres maltratadas? ¿Qué hace el Estado ante esto? Nada. Pero si tú estallas ahí toda esta frustración y miseria humana a todos los niveles–dicen las autoras– se te castiga. De esta forma, estas tres investigadoras concluyen que al filicidio también lo podemos entender como un acto que habla de algo y de muchas mujeres, no de una.Tipo de ítem | Biblioteca actual | Colección | Signatura | Copia número | Estado | Fecha de vencimiento | Código de barras |
---|---|---|---|---|---|---|---|
Tesis | Centro de Documentación y Archivos Digitales de IIC-Museo | Colección de Tesis | HV6542 O55 2016 (Browse shelf(Abre debajo)) | 1 | Disponible | IIC007544 |
Navegando Centro de Documentación y Archivos Digitales de IIC-Museo Estantes, Código de colección: Colección de Tesis Cerrar el navegador de estanterías (Oculta el navegador de estanterías)
Doctorado en estudios socioculturales.
Tesis (Doctorado) - Universidad Autónoma de Baja California Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, Mexicali, 2016.
Incluye referencias bibliográficas.
La idea de estudiar lo culturalmente significativo de un tema relacionado con la violencia femenina, me la dio una situación de entrevista con tres mujeres en reclusión acusadas de filicidio1 . Tales entrevistas las realicé en abril de 2011, a internas del M15 (Módulo 15, ahora Módulo 6) del CERESO de la ciudad de Mexicali, B.C., como parte del trabajo de campo para mi tesis de maestría titulada: “De entre lo malo lo justo. Narrativas de violencia: sicarios y trayectorias de vida”. El objetivo de esa tesis fue interpretar las narrativas de cinco sicarios en reclusión2 , tanto de sus trayectorias de vida como acerca de sus espacios de ocio y de placer. Me enfoqué, sobre todo, en sus “narrativas de violencia”. Es decir, los correlatos que aparecen dentro de la misma narración de los sujetos, y que versan sobre violencia. No obstante, estas tres mujeres no cumplieron con el perfil necesario para considerarlas como informantes clave de dicha investigación: estar sentenciadas por el delito de homicidio relacionado al crimen organizado. Tiempo después (y con la intención de escribir un anteproyecto para postular al doctorado), volví a escuchar las entrevistas. Mi propósito era descubrir en ellas algún dato o indicio que me permitiera pensar en un tema cardinal y relevante. En efecto, un tema en el que la violencia asomara su rostro innegable. Pensé, entonces, que un hecho relacionado con la violencia femenina sería pertinente y de gran interés científico, debido a la importancia actual del enfoque de “género”. Este paradigma aparece como un campo fértil dentro de las ciencias sociales, su interpretación ha permitido observar que dicha construcción impacta desde las estructuras sociales hasta la manera de agenciarnos el poder3 . Por ejemplo, “la comprensión de cómo la simbolización de la diferencia sexual estructura la vida material y simbólica es ese tipo de cortes (breaks) epistemológicos que Stuart Hall considera importantes y significativos […]” (Lamas, 2003: 328). Al hablar de epistemología es inevitable traer a colación el problema de cómo se genera y se valida el conocimiento de las ciencias. El conocimiento significa, para Johannes Hessen (1989), una relación entre un sujeto (cognoscente) y un objeto (cognoscible), lo que quiere decir que se da inicio a una interacción donde el objeto (los informantes o, en todo caso, los sentidos y significados que le dan a sus vidas), por ejemplo, dentro de las investigaciones de corte cualitativo) es aprehendido por el sujeto (o sea, el investigador). En ese sentido, la epistemología –puesto que estudia el conocimiento, los elementos que participan en él y la forma en que éste es estructurado– tiene que ver con el análisis de los preceptos que se emplean para justificar los datos científicos, considerando los factores sociales, psicológicos e históricos que entran en juego. De tal forma, se puede establecer de manera más clara aún, que la epistemología de lo que se encarga es de abordar el conocimiento a través de la respuesta a diversas preguntas de vital importancia como: ¿qué es el conocimiento?, ¿cómo se conoce?, ¿cómo es el proceso de razonamiento en los seres humanos?, ¿se puede conocer la verdad? Es importante, por lo tanto, comprender que tales respuestas ofrecen información sobre las causas del conocimiento, para así poder explicar y/o comprender (según el paradigma) mejor sus efectos. Así nació mi interés por investigar, comprender, analizar e interpretar la historia de vida de una mujer en reclusión “acusada” de asesinar a sus dos pequeñas hijas, ubicada en el contexto de una modernidad tardía (Giddens, 1994; Beriain, 1996; Beck, 2002). Dos niñas que estuvieron bajo su cuidado al brindarles alimentación, cobijo, educación y tiempo, hasta probablemente el desarrollo de afecto. El homicidio se vuelve, entonces, mucho más complejo, ya que es cometido por mujeres que cumplen, generalmente, con largas sentencias en la cárcel debido a este delito. Algo interesante es que estas mujeres han sido “clasificadas”, además, como “normales” (es decir, mujeres que fueron sentenciadas sin habérseles encontrado o al menos comprobado un estado de perturbación mental). Ante todo esto, se puede comprobar que dichas mujeres son y han sido, generalmente, juzgadas con dureza tanto por las leyes como por la sociedad en general, considerándolas “malas madres” (Azaola,1997). Lo interesante de este fenómeno, lo ha conducido a ser abordado por diferentes disciplinas y perspectivas. Específicamente, han sido la psicología, la psiquiatría, la criminología y el trabajo social, las que se han encargado de prestar una mayor atención sobre el tema. Asimismo, el enfoque teórico bajo el cual lo han estudiado ha sido, principalmente, el de género. No obstante, mi interés se centra en abordar el tema desde los estudios socioculturales4 . Éstos, destacan por la necesidad de obtener un carácter metodológicamente más abierto y dispuesto a adaptarse a las necesidades de sus objetos de estudio. Se caracterizan, también, por analizar dichos objetos poniendo en juego la interconexión de tres conceptos fundamentales: “la subjetividad”, “el poder” y “la cultura” (Reguillo, 2004). Partiendo de esta consideración, presento algunos trabajos que han investigado el tema de una forma similar a la que intento realizar. Uno de ellos es el de Matilde Blas Huerta, titulado “Madres filicidas”. Este estudio tiene por interés central: comprender e interpretar los sentidos, los significados y las motivaciones que llevan a una madre a cometer este acto (el filicidio). Así como a construir y reconstruir su biografía individual, al conocer qué fue lo que pasó en su proceso de vida que la llevó a convertirse en homicida/filicida. El marco teórico que utiliza la autora, como base para interpretar dicho fenómeno, parte de cuatro perspectivas: la mitología, el marco legal, la criminalidad femenina y la perspectiva psicosocial. En cuanto a la metodología utilizada para lograr sus objetivos, Blas Huerta, hace uso del método cualitativo, al que considera el más adecuado para poder comprender el problema que se propuso investigar. Recurre así, a la técnica de la narrativa oral para concederles la palabra a las mujeres filicidas y escucharlas atentamente para poder darle sentido a la muerte de sus hijos. Es importante señalar que fueron cinco diferentes categorías (género, violencia, lo económico, el juicio social y el espacio), las que sirvieron para el análisis y la interpretación de esta investigación. Así, lo que ofrece la autora en este trabajo, son las historias de vida de cuatro mujeres recluidas en el “Centro Femenil de Readaptación Social de Tepepan”, en la ciudad de México. Para Blas Huerta, la intención de este trabajo no fue dar conclusiones finales acerca del tema. No obstante, los hallazgos encontrados en él, muestran que: por una parte, resulta significativo el hecho de que muchas mujeres presas, se encuentran en esa situación por ignorancia, por falta de educación, de información, y de oportunidades reales de empleo. En segundo lugar, la autora considera al amor maternal como un mito, puesto que es una construcción social que nace dentro de las sociedades y que puede ser diferente según la sociedad donde toque vivir. No existen, para la autora –como lo describe al interior de este trabajo– comportamientos unívocos de como “ser” madre sino que, por el contrario, se evidencian conductas sumamente volubles, cambiantes, que tienen que ver con sus creencias culturales, sus ambiciones, sus sentimientos. Por qué no llegar a partir de esto –se cuestiona la autora– a la conclusión de que el amor maternal es sólo un sentimiento y como todo sentimiento débil, contingente, frágil (aunque parezca un poco cruel), éste es un sentimiento que puede aparecer o desaparecer, existir o no. En estas mismas internas apareció, por otra parte, una gran necesidad de ser escuchadas y comprendidas; de que conozcamos sus motivos, sus circunstancias. Para esta autora, es importante dejar de considerar que la mujer que mata a sus hijos lo ha hecho premeditadamente, con alevosía, con cálculo perfecto, con extrema frialdad, sin considerar sus circunstancias de vida. Porque pareciera ser que las autoridades que las condenan, perciben los acontecimientos sin razón alguna dando por sentado que el único motivo que pudo haber conducido al desenlace de estos fatales hechos es la anormalidad u enfermedad de la mujer, afirma. Este trabajo evidencia, también, el lugar privilegiado que nuestra sociedad, nuestra cultura (occidental), otorga a la maternidad: lugar de privilegio que al poner en duda la ambivalencia que le es inherente a la maternidad, recibe las condenas, los castigos, las culpas más severas. Así, para la autora, las mujeres que relatan su historia de vida en este trabajo, son mujeres cuyos perfiles pudieran estar dentro de la exclusión social. Otra de estas investigaciones es la tesis de licenciatura en Trabajo Social de Rita Boscán y Adriana Reyes, dos estudiantes de la Universidad Central de Venezuela. En su trabajo titulado “Dos estudios de casos de mujeres filicidas recluidas en instituciones del Estado” (2011), las autoras apuntan que el filicidio materno es un fenómeno impactante que ocurre en todas las culturas y en todos los tiempos. De esta forma, y siguiendo a John Elster (1991), dado que todo acontecimiento puede ser descrito de diferentes maneras, en las explicaciones narrativas, por ejemplo, se presupone que sólo las características relevantes del acontecimiento, en lo causal, son las que se utilizan para identificarlo. Si esto es así, algo que es necesario considerar para la interpretación del fenómeno, tiene que ver con la centralidad que adquieren los acontecimientos anteriores al hecho filicida en la vida de mis informantes. En este sentido, y con respecto a la pregunta: ¿cuáles son las explicaciones causales que rodean al problema de investigación?, me parece que –al igual que los resultados de diversas investigaciones consultadas por Boscán y Reyes– son las dificultades económicas que, a su vez, conllevan a bajos niveles educativos. Pero por otra parte, lo son, también, ciertas dinámicas familiares destructivas donde opera una suerte de “escalera de la violencia”. Donde las personas aprenden a violentar a los más débiles que ellas, a través de su propia experiencia como víctimas de algunos miembros de su familia que se adjudican o arrogan cierto poder, constituyendo de esta manera, un ambiente propicio para la gestación de la violencia, especialmente contra la integridad de los hijos. Así, esta investigación aborda el tema del filicidio materno, visto como un tema complejo, muy delicado, poco estudiado y que causa rechazo en el común de las personas. Se podría decir que es un tema tabú, debido a las implicaciones religiosas, psicológicas y sociales que entraña. Para las autoras, por lo tanto, el filicidio se trata de un concepto que contradice el estereotipo de la maternidad como sinónimo de amor y que, en ese término, está implícito el cuidar y proteger a “la prole” por sobre todas las cosas. Estos antecedentes constituyen, entonces, el punto de partida de dicha investigación. Su objetivo, además de indagar sobre las causas, los antecedentes y las características de madres que han acabado con la vida de sus hijos, es ofrecer un poco de luz sobre cómo prevenir este acto; explorar los sentimientos y pensamientos de las madres filicidas; y explorar hasta qué punto la terapia y tratamiento recibido han cambiado su percepción sobre sí mismas y sobre las condiciones que las impulsaron a cometer ese acto. Dicho estudio es de tipo descriptivo-exploratorio y el número de informantes fue de dos madres filicidas que están recluidas en dos instituciones del Estado: el “Hospital Psiquiátrico de Caracas” y el “Instituto Nacional de Orientación Femenina”. La primera informante, inimputable por enfermedad mental, y la segunda, condenada por el filicidio. Por otra parte, en cuanto al método llevado a cabo para recoger los datos, las investigadoras aplicaron entrevistas en profundidad a las dos mujeres y entrevistaron a personas adscritas a las instituciones involucradas. Esta metodología permitió encontrar no solamente testimonios que permitieran responder a los objetivos planteados sino también revelar otros aspectos resaltantes relacionados al problema de investigación. Para el análisis de los datos, la información fue dividida en categorías relacionadas con los objetivos de la investigación y la estructura teórica, reforzada con fragmentos de los relatos de ambas mujeres. Tales categorías (infancia y familia; educación y expectativas de vida; primer embarazo y vida en pareja), permitieron poner de manifiesto las semejanzas, diferencias y relaciones significativas entre los diferentes aspectos que llevaron, finalmente, a establecer las conclusiones obtenidas a partir del análisis del discurso de las mujeres y del total de la información recolectada. Los resultados arrojaron que las dos mujeres tienen un bajo nivel socioeconómico, sufrieron violencia conyugal y estaban bajo un alto grado de tensión antes de cometer el hecho. Ambas madres crecieron en núcleos familiares disfuncionales, donde tratar de cubrir las necesidades básicas supeditó la atención integral hacia ellas. Hoy en día han ganado madurez y seguridad; pero, el sentimiento de culpa siempre está gravitante. Esto mismo parece suceder, y se podrá ver más adelante, en el caso de la historia de vida que quiero presentar. Otro trabajo que representa a los estudios que se han realizado sobre el tema del filicidio (y que a diferencia de los dos anteriores no es un trabajo empírico), es el artículo titulado “Filicidio: una revisión”, de Ricardo de la Espriella Guerrero (2006). En dicho artículo –situado en el campo de la psiquiatría– el autor presenta la introducción de una investigación más amplia sobre historias de vida de mujeres filicidas inimputables (quien al cometer un delito no comprende su ilicitud), por enfermedad mental. Para este investigador, el filicidio es un hecho impactante que ocurre en todas las culturas, como acto aislado o sistemático. Debido a esto, su interpretación es específica para cada cultura. Un dato relevante que muestra De la Espriella (y que sirve un poco como justificación de una aportación de esta tesis), es que en años recientes el filicidio ha sido retomado sólo por la literatura psiquiátrica. El objetivo general de este artículo es evaluar los factores históricos y culturales asociados al filicidio, poniendo énfasis en el filicidio materno y la enfermedad mental. De esta manera y mediante la revisión de la literatura (buscada principalmente en la base de datos MedLine, así como en libros y revistas de bibliotecas médicas – específicamente en literatura psicoanalítica– y de los buscadores Google® y Altavista®, de donde se rescataron artículos, bibliografía y direcciones electrónicas), el autor establece el conocimiento actual sobre el tema y los diferentes abordajes teóricos. Uno de ellos es el del psicoanálisis, el cual, a través de diversos reportes de casos, asume que el filicidio cometido por mujeres tiende a estar asociado a cuadros psicóticos, en oposición a los cometidos por hombres, quienes se diagnostican más frecuentemente con trastornos de la personalidad. Así, para la psiquiatría, el filicidio es una expresión rara de la enfermedad mental que está asociado, principalmente, a la depresión posparto y es, quizás, la manifestación más dramática de esta patología. En este trabajo, el autor presenta una gama de abordajes desde donde ha sido estudiado el filicidio. Además de la psiquiatría, otros de los campos de estudio del tema son la antropología, el psicoanálisis y la epidemiología. De esta forma, el autor presenta una serie de trabajos de científicos tanto sociales como naturales, que han aportado a la discusión de tan incomprensible fenómeno para el sentido común5 . Así, en sus conclusiones, De la Espriella coincide con Boscán y Reyes, en que el filicidio es un hecho que ha ocurrido en todas las culturas, ya sea en forma aislada o como práctica sistemática con interpretación específica para cada comunidad. Por otra parte, afirma que el filicidio es un hecho que tiende a estar subregistrado que, incluso para la psiquiatría, ha sido un tema poco tratado e investigado. Por último, otro de los trabajos que han aparecido sobre el tema del filicidio es el texto titulado: “El Filicidio: tema que horroriza” (1987). En enero de 1984 –explica Teresita de Barbieri– al finalizar una de las juntas semanales de la dirección colectiva de la revista Fem., se quedaron platicando Ángeles Mastretta, Tununa Mercado y la propia Teresita, impresionadas ante las noticias aparecidas en la prensa de esos días sobre varias mujeres jóvenes que habían matado a sus hijos. Las tres llegaron a la conclusión de que el problema exigía ser tratado con seriedad y desde varias perspectivas. De esta forma, de Barbieri se hizo responsable del proyecto convocando a una mesa redonda a la cual no pudieron asistir ni una filósofa ni una abogada que habían sido invitadas: Silvia Catalá y Aída Reboredo, respectivamente. Sin embargo, hicieron llegar un perfil (a las demás participantes), de las mujeres encarceladas durante 1982 en el reclusorio de mujeres de la Ciudad de México, acusadas por el delito de filicidio. En consecuencia, la mesa redonda se convirtió en una plática a tres bandas entre Antonieta Torres Arias, psicoanalista, Elsa Malvido, historiadora y Teresita de Barbieri. Esta mesa redonda fue publicada en 1987, en el texto que menciono. En él, las autoras expresan que en ese año (1982), existía dentro del reclusorio femenil, un “no despreciable” veinticinco por ciento de mujeres acusadas de filicidio, provenientes de los sectores medios y altos. Para estas investigadoras, resultó importante tomar en consideración que las mujeres de los sectores medios y altos tienen otros recursos para esconder el delito y evitar el peso de la ley. Así, centrándose en el fenómeno del filicidio urbano (real o simbólico), se preguntan: ¿cuál es más recurrente?, ¿el cometido por los padres o, por el contrario, el que llevan a cabo las propias madres? Para Antonieta Torres Arias, si se piensa en el nivel de la teoría psicoanalítica, el filicidio no ha sido suficientemente tratado. No obstante, estas investigadoras piensan el fenómeno desde varias aristas. Un de ellas es desde la “maternidad”, la cual se puede pensar como un lugar de desplazamiento y condensación de una serie de fenómenos sociales, psíquicos, biológicos, complejos. Desplazamiento, porque se ponen ahí una serie de conflictos, expectativas, deseos, anhelos, sentimientos. Y se condensan en ese punto: la sexualidad, la relación de pareja, la situación social. Es un momento muy crítico. Por otra parte, según la información de que dispone Elsa Malvido, el filicidio aparece en México a partir de la época colonial con la monogamia. En la época prehispánica existe en ciertos grupos el sacrificio de los niños, pero es una respuesta ritual que tiene que ver con la cosmovisión general. Es decir, no se puede hacer una generalización del comportamiento de las sociedades porque la cultura era distinta. También es interesante ver que no ha sido un tema de particular interés para los historiadores, porque –según la investigadora– estas grandes vergüenzas de la humanidad, en su mayoría no están consignadas en documentos. De esta forma se preguntan ¿qué le pasa a las mujeres abandonadas por el hombre?, ¿a quién le dirigen el odio cuando maltratan al hijo? La respuesta es: a quien las embarazó y a la propia madre que las hizo mujeres. Pero así como reducir el filicidio a situaciones económicas es muy simplista, reducirlo a una ecuación psíquica también es parcial. Bajo este contexto, estas tres investigadoras se preguntan si ¿es posible, en las condiciones actuales, prevenir el filicidio?, y si es así, ¿qué se debería hacer? Para Elsa Malvido, lo que pasa es que esto no sólo ocurre en las familias marginadas; se da en toda la sociedad, cruza todas las clases, aunque sea más claro en las familias constituidas alrededor de la mujer. En este mismo tenor, Antonieta Torres Arias, afirma que la familia es el receptáculo de la frustración social: impone un tipo de sexualidad y de vida. El maltrato en nuestra sociedad, entonces, y sobre todo en la clase baja lo recibe el niño en su casa. Así, afirman que es la familia el lugar donde el sujeto estalla. Así que al final del documento se pregunten ¿de dónde la sorpresa de que en un momento dado se llegue a cometer un crimen? ¿En qué medida el cuerpo social puede ayudar a esto, si de todos lados hay control y sustracción de sí mismo? ¿Cuál es la solución? Para las autoras la respuesta es, quizá, una politización, una concientización política, porque estos problemas son también políticos, y mientras se acuse per se a la mujer filicida como homicida y se le encarcele –aunque el compañero haya colaborado como cómplice– este problema seguirá tan obscuro como ahora. ¿Puede, entonces, el Estado hacerse cargo de estos hijos de padres alcohólicos, de padres desempleados, de madres maltratadas? ¿Qué hace el Estado ante esto? Nada. Pero si tú estallas ahí toda esta frustración y miseria humana a todos los niveles–dicen las autoras– se te castiga. De esta forma, estas tres investigadoras concluyen que al filicidio también lo podemos entender como un acto que habla de algo y de muchas mujeres, no de una.