Ser y sentirme de ese país, configuración de identidad y ciudadanía en jóvenes estudiantes transfronterizos México-Estados Unidos : Discursos y subjetividades / Andrea Romero Mojica ; César Enrique Jiménez Yáñez Dir. [Recurso electrónico]
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TextoDetalles de publicación: Mexicali, Baja California : 2025Descripción: 1 recurso en linea 263 p. il. col., fotsTema(s): Tesis de grado | Problemas sociales -- movimientos - movilidad | Problemas sociales | Estudios transfronterizosClasificación LoC:HN113.5 | R65 2025Recursos en línea: Tesis digital
Nota de disertación: Tesis (Doctoral) - Universidad Autónoma de Baja California. Instituto de Investigaciones Culturales-Museo. Mexicali, 2025. Resumen: Mi yo profesional, ciudadano y los estudios socioculturales Como profesional en la pedagogía mi preocupación y ocupación desde hace varios años se ha centrado en la formación de las personas. Si bien la educación formal para mí representa un espacio de crecimiento personal y profesional; hoy en día soy consciente de que el alcance que tiene esta actividad va más allá de eso. La educación es el vehículo idóneo para conocer el mundo y aprender a vivir en él a través de establecer relaciones con el ambiente, el contexto y con los otros. Este interés por contribuir en alguna medida a orientar los pensamientos, a construir ideales y formar seres humanos me llena de satisfacción, porque considero que la aportación que hoy puedo dar a la sociedad mediante mi labor no solo como docente, sino como ciudadana, tarde o temprano derivará en alguna clase de beneficio de mayor alcance para la sociedad de la cual formo parte.
Mi inserción al campo laboral en el Instituto Federal Electoral (IFE), instancia encargada de organizar las elecciones Federales en México fue fortuita, no obstante, resultó fundamental en el desarrollo de mi profesión. Fui contratada por mi perfil pedagógico requerido para apoyar tareas de capacitación en la dirección de capacitación electoral y educación cívica (DCEyEC). En dicha área comencé a generar vínculos con las personas al grado de sentirme como en familia, lo cual me provocó un bienestar por compartir con personas que dedicaban horas del día, y en ocasiones de la noche, a trabajar para un mismo fin: organizar el ejercicio electoral federal del año 2000 en México. Este proceso fue particularmente especial debido a que, por primera ocasión, se vislumbraba la alternancia política en el país.
Después de 70 años de un gobierno representado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido político dominante, el pueblo mexicano manifestaba cierta tendencia hacia un partido distinto, el Partido de Acción Nacional (PAN). La efervescencia de la fiesta electoral que se vivía dentro del IFE previo al proceso y durante el mismo era majestuosa. Había mucho trabajo, pero amanecer, comer, cenar, en ocasiones, dormir y platicar en un mismo espacio hacían de los momentos laborales muy disfrutables para mí, el instituto se convirtió en mi segundo hogar.
Estando en esa dinámica laboral, mientras mi país vivía una transformación política importante, se fusionaron dos aspectos que trazaron en gran medida el camino por el que he transitado en mi vida académica y personal. De ser docente en escuelas de nivel primaria, pasé a capacitar adultos sobre temas de democracia, derechos, valores, participación ciudadana. Durante cinco años me mantuve muy cercana a estos temas y a todo lo asociado a ellos desde una mirada formativa.
Tanto en mis trabajos terminales de licenciatura como de maestría, si bien abordaron temas distintos, el común denominador versó sobre dos ejes, por un lado, el ámbito educativo desde una perspectiva de la formación de personas con un sentido y conciencia cívica y por otro, la participación de quienes formamos parte de un gran colectivo llamado nación. Una participación ciudadana que se gesta desde antes de contar con las credenciales oficiales propias para ejercerla formalmente.
Lo anterior desarrolló en mí un apego emocional y un sentido de pertenencia hacia mi labor y hacia las compañeras y compañeros en el IFE, pero, por motivos de trabajo y con el deseo de abandonar las lógicas estresantes de la ciudad de México, mi ciudad natal, me trasladé con la familia a la ciudad de Ensenada, Baja California, al norte del país. Una de las primeras marcas que me diferenciaba de las personas ensenadenses era “mi acento chilango” respecto al “del acento norteño”, el cual, aun siendo castellano se escucha distinto.
La variación del acento y de las diversas interpretaciones o significados de algo tan común en México, como son los “tacos dorados” me implicó prestar mayor atención al ritmo y fuerza con la que se imprimen las palabras, y entender las interpretaciones, significados y simbolismos que representaba estar y vivir en un contexto geográfico distinto dentro de mi país. Así que me adapté, creo que, de forma fácil, aunque a veces el “acento chilango” me traiciona y las personas oriundas de Baja California identifican perfectamente que “no soy de aquí” y en consecuencia la pregunta es “¿de dónde eres?”. Sin duda, mi forma de hablar y muchos de mis referentes simbólicos son citadinos, sin embargo, a pesar de haber nacido en la ciudad de México, me siento más identificada con la cultura del estado de Veracruz, en gran medida porque la convivencia con la familia de mi papá y de mi mamá originarios de Tlacotalpan, ciudad de esta misma entidad, fue muy cercana desde que yo era muy pequeña.
Durante muchos años continuos mis vacaciones de Semana Santa, verano, y en diciembre las pasábamos en familia en este lugar el cual es considerado hoy en día Patrimonio Cultural de la Humanidad. Desde la forma en que nombraba a los objetos de uso cotidiano, por ejemplo “la faca1”, “el trinche2” y lo que éstos significaban, la comida tan rica a base de tortilla de maíz, frijol, salsa y queso, las fiestas, la música y las tradiciones, las costumbres en lo cotidiano y frente a la muerte misma fueron elementos con los que crecí, incluso sin estar de forma física en tierra veracruzana, pues a través de mi madre y mi padre y el resto de la familia se reforzaban esas costumbres. No niego mi origen citadino, ni 40 años de vida en la ciudad, pero siempre que hay oportunidad, con orgullo comparto que llevo sangre veracruzana en mis venas y que me siento más jarocha que capitalina.
La geografía baja californiana en la que, desde hace ocho años, me encuentro me ofrece un panorama visual y cultural diferente a lo que estaba acostumbrada. Desde entonces me hallo en un lugar donde la familia de sangre no está cerca, y, por tanto, los apegos tienen que volverse más flexibles. En este sentido, el proceso de adaptación que implica un cambio de región lo trabajo día a día de manera favorable, en tanto que me siento parte de los grupos a los cuales ahora pertenezco y a la familia de amigas y amigos que he adoptado como mi familia.
Frente a otros contextos y realidades distintas a las que caracterizan el centro y sur del país en donde mayoritariamente me he movido, me causa interés las prácticas que se tienen en Ensenada, por ejemplo, en el ámbito del comercio, donde sobresale la venta de artículos de “segunda mano” o de saldos, entendiendo por esto mercancía nueva, en buen estado, que descontinúan de las tiendas de autoservicio por alguna razón relacionada con las ventas. Esta práctica comercial es usual en la frontera por la cercanía con Estados Unidos, en donde la cultura del desecho es predominante y las personas que comercian en México aprovechan esa peculiaridad de los estadounidenses para “rescatar” todo lo que desechan y que aún están en buenas condiciones para venderlas en México.
Así como esta práctica, existen otras más en diversos ámbitos sociales y contextos que solo se viven en zonas de frontera. Una de estas prácticas que llaman mi atención, es un fenómeno que se relaciona con los dos ejes de mi interés, que mencioné anteriormente, que tienen que ver con el ámbito de la educación y la ciudadanía. La situación que observo y sobre la cual pienso, deriva de la vida en frontera. En la garita3 del centro de Mexicali, Baja California, México, todos los días, desde muy temprana hora comienzan a llegar jóvenes que van a estudiar a Estados Unidos (EUA)4. Un buen número de estudiantes que viven en México cruzan la frontera para asistir a las escuelas ubicadas en Calexico, California, EUA. El fenómeno, me invita a cuestionarme sobre cómo configuran estos jóvenes su identidad cuando cotidianamente conviven en una mezcla de culturas, lenguas, significados, valores e historia disímiles.
Aunado a esto, dado este ir y venir entre países y culturas distintas, qué acciones o subjetividades subyacen al entendimiento de la ciudadanía. Esto porque la escuela es un espacio formativo y, además, es donde socializan e interactúan por lo que tiene un impacto importante en la construcción de las personas, también porque es el espacio en donde las y los estudiantes conocen sobre la historia del país, y a través de prácticas concretas como la participación en grupos, la toma de Nombre que se le asigna a una zona constituida por un cuarto con vigilancia federal y dispositivos de control ubicada en el cruce de las fronteras a través del cual se autorizan los cruces de un país a otro.
Estos jóvenes, por una parte, reciben educación formal en un marco estadounidense por lo que día a día se apropian de la historia, costumbres y tradiciones de aquel país, pero sobre todo de un idioma distinto al que hablan originalmente en el país donde viven. Esto contribuye a alguna clase de sentido de pertenencia tanto por los contenidos deliberados del programa académico, como por la convivencia que tienen con los otros. De igual modo, el hecho de vivir en México, en donde desarrollan el resto de sus actividades y establecen vínculos afectivos con la familia, con otras amistades, son espacios en los que se ponen en marcha una serie de prácticas, discursos, cargados de simbolismos y significados propios de México.
Se parte de la idea de que toda institución educativa tiene dentro de sus propósitos formativos contribuir al desarrollo de una identidad colectiva vinculada a lo nacional. Esta se constituye por diversos elementos que para la nación son valiosos a fin de moldear el tipo de futuro ciudadano que representará a la nación en cuestión. Al respecto me parece interesante abonar a otros entendimientos sobre la configuración de la identidad de las y los jóvenes transfronterizos y su vinculación con las nociones de ciudadanía que se gestan en un contexto muy particular como es la frontera México-EUA.
Para ello es necesario alejarse de perspectivas institucionales y de puntos de vista disciplinarios desde donde se ha abordado tradicionalmente la ciudadanía. De igual manera, es preciso partir de la exploración de lo local en términos de territorio, así como en las prácticas, discursos y relaciones de quienes viven condiciones transfronterizas durante su proceso formativo. Esto conlleva a una mejor comprensión sobre la manera en que ciertos elementos contribuyen a la configuración identitaria de los estudiantes que transitan de un país a otro. También es de mi interés conocer la forma en la que sienten y piensan la ciudadanía, palabra cuyo significado emplean como forma de identificación nacional ya sea americana o mexicana, y que utilizan con frecuencia dada la práctica transfronteriza que realizan. En este sentido, me interesa indagar lo que ocurre en el territorio fronterizo de Mexicali y Calexico caracterizado por ser puente transitado por estudiantes que viven en México, pero que estudian en EUA. Además, resulta pertinente que esta mirada de la cual hablo provenga de las voces y sentires de quienes están en proceso de construcción identitaria y ciudadana, es decir, de las y los propios jóvenes estudiantes.
El acercamiento a la forma en que se configura la identidad en un contexto de frontera y bajo dinámicas transfronterizas ofrecerá un panorama sobre su comprensión desde la experiencia de la gente misma que la habita; particularmente la gente que vive en la frontera norte de México que, infiero que, construye de manera distinta su identidad y representa a la ciudadanía en función de lo que viven y sienten dada su circunstancia transfronteriza. Así pues, resulta un campo fértil para la investigación conocer sobre la configuración identitaria de las personas que se movilizan de México a EUA y viceversa todos los días. Derivado de las dinámicas transfronterizas, es de interés conocer también las nociones sobre ciudadanía que se gestan al mismo tiempo, dentro de los ámbitos sociales y culturales en los que se adquieren, fortalecen y encaminan las ideas asociadas a la ciudadanía con la cual se sienten identificados.
Considero que será de utilidad conocer cómo viven, sienten y piensan la ciudadanía las y los jóvenes estudiantes transfronterizos a quienes ni el Estado mexicano en el que viven, ni el Estado estadounidense en el que estudian, les ha otorgado la posibilidad de ejercer la ciudadanía en su sentido prescriptivo y legal debido a que aún no cumplen la edad en la que formalmente se consideran ciudadanos, y sin embargo, la viven, la sienten y la piensan sin necesariamente ser conscientes de ello. Además, indagar sobre estos sentires permitirá conocer otra arista sobre la construcción de sus identidades como seres individuales y colectivos.
Así mismo me parece relevante analizar los discursos, las percepciones y las representaciones que influyen y definen los rasgos en la configuración de su identidad y en esa misma conformación, identificar los aspectos que resaltan sobre las nociones que tiene de la ciudadanía.
La formación cívica y ciudadana en México ha sido explícita en la educación formal durante por lo menos 100 años en los libros de texto gratuitos que ofrece el Estado a nivel nacional, y plasmada en los ejercicios dirigidos a niñas, niños y jóvenes promovidos por el Instituto Nacional Electoral (INE, 2022) los cuales fomentan la participación y la fortalecen como práctica ciudadana. La construcción del concepto de ciudadanía desde la perspectiva sociocultural, va más allá de haber leído y estudiado lecciones o haber participado en ejercicios cívicos, incluso, rebasa los preceptos constitucionales que establecen que ser ciudadano implica haber nacido en México, que haya cumplido 18 años de edad y tenga un modo honesto de vivir en el caso mexicano; y haber nacido en territorio estadounidense en el caso del país vecino.
Esta enunciación constitucional de “ser considerado ciudadano” es solo la parte final de un proceso de construcción que empieza mucho antes y adquiere sentido junto con el contexto en el que se vive y en lo cotidiano. Además, el ser ciudadano está ligado a una pre concepción que ha sido construida y modificada en el tiempo y que forma parte de un proceso identitario de la persona, es decir, tiene que ver con el sentido de pertenencia a una nación y con elementos tanto concretos como subjetivos que la configuran. De ahí el interés por conocer los elementos que intervienen en la conformación de su identidad y a la vez, las nociones que tienen sobre la ciudadanía, tomando en cuenta sus movilidades transfronterizas en el Estado de Baja California, México, particularmente en la región fronteriza de Mexicali y Calexico. A lo largo del trabajo se hablará de la región fronteriza para referir al territorio definido por la vecindad geográfica de México y EUA en dichas colindancias
| Tipo de ítem | Biblioteca actual | Colección | Signatura | Copia número | Estado | Fecha de vencimiento | Código de barras |
|---|---|---|---|---|---|---|---|
| Tesis | Centro de Documentación y Archivos Digitales de IIC-Museo | Colección de Tesis | HN113.5 R65 2025 (Browse shelf(Abre debajo)) | 1 | Disponible | IIC010469 |
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Doctor (a) en Estudios Socioculturales
Tesis (Doctoral) - Universidad Autónoma de Baja California. Instituto de Investigaciones Culturales-Museo. Mexicali, 2025.
Incluye referencias bibliográficas
Mi yo profesional, ciudadano y los estudios socioculturales Como profesional en la pedagogía mi preocupación y ocupación desde hace varios años se ha centrado en la formación de las personas. Si bien la educación formal para mí representa un espacio de crecimiento personal y profesional; hoy en día soy consciente de que el alcance que tiene esta actividad va más allá de eso. La educación es el vehículo idóneo para conocer el mundo y aprender a vivir en él a través de establecer relaciones con el ambiente, el contexto y con los otros. Este interés por contribuir en alguna medida a orientar los pensamientos, a construir ideales y formar seres humanos me llena de satisfacción, porque considero que la aportación que hoy puedo dar a la sociedad mediante mi labor no solo como docente, sino como ciudadana, tarde o temprano derivará en alguna clase de beneficio de mayor alcance para la sociedad de la cual formo parte.
Mi inserción al campo laboral en el Instituto Federal Electoral (IFE), instancia encargada de organizar las elecciones Federales en México fue fortuita, no obstante, resultó fundamental en el desarrollo de mi profesión. Fui contratada por mi perfil pedagógico requerido para apoyar tareas de capacitación en la dirección de capacitación electoral y educación cívica (DCEyEC). En dicha área comencé a generar vínculos con las personas al grado de sentirme como en familia, lo cual me provocó un bienestar por compartir con personas que dedicaban horas del día, y en ocasiones de la noche, a trabajar para un mismo fin: organizar el ejercicio electoral federal del año 2000 en México. Este proceso fue particularmente especial debido a que, por primera ocasión, se vislumbraba la alternancia política en el país.
Después de 70 años de un gobierno representado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido político dominante, el pueblo mexicano manifestaba cierta tendencia hacia un partido distinto, el Partido de Acción Nacional (PAN). La efervescencia de la fiesta electoral que se vivía dentro del IFE previo al proceso y durante el mismo era majestuosa. Había mucho trabajo, pero amanecer, comer, cenar, en ocasiones, dormir y platicar en un mismo espacio hacían de los momentos laborales muy disfrutables para mí, el instituto se convirtió en mi segundo hogar.
Estando en esa dinámica laboral, mientras mi país vivía una transformación política importante, se fusionaron dos aspectos que trazaron en gran medida el camino por el que he transitado en mi vida académica y personal. De ser docente en escuelas de nivel primaria, pasé a capacitar adultos sobre temas de democracia, derechos, valores, participación ciudadana. Durante cinco años me mantuve muy cercana a estos temas y a todo lo asociado a ellos desde una mirada formativa.
Tanto en mis trabajos terminales de licenciatura como de maestría, si bien abordaron temas distintos, el común denominador versó sobre dos ejes, por un lado, el ámbito educativo desde una perspectiva de la formación de personas con un sentido y conciencia cívica y por otro, la participación de quienes formamos parte de un gran colectivo llamado nación. Una participación ciudadana que se gesta desde antes de contar con las credenciales oficiales propias para ejercerla formalmente.
Lo anterior desarrolló en mí un apego emocional y un sentido de pertenencia hacia mi labor y hacia las compañeras y compañeros en el IFE, pero, por motivos de trabajo y con el deseo de abandonar las lógicas estresantes de la ciudad de México, mi ciudad natal, me trasladé con la familia a la ciudad de Ensenada, Baja California, al norte del país. Una de las primeras marcas que me diferenciaba de las personas ensenadenses era “mi acento chilango” respecto al “del acento norteño”, el cual, aun siendo castellano se escucha distinto.
La variación del acento y de las diversas interpretaciones o significados de algo tan común en México, como son los “tacos dorados” me implicó prestar mayor atención al ritmo y fuerza con la que se imprimen las palabras, y entender las interpretaciones, significados y simbolismos que representaba estar y vivir en un contexto geográfico distinto dentro de mi país. Así que me adapté, creo que, de forma fácil, aunque a veces el “acento chilango” me traiciona y las personas oriundas de Baja California identifican perfectamente que “no soy de aquí” y en consecuencia la pregunta es “¿de dónde eres?”. Sin duda, mi forma de hablar y muchos de mis referentes simbólicos son citadinos, sin embargo, a pesar de haber nacido en la ciudad de México, me siento más identificada con la cultura del estado de Veracruz, en gran medida porque la convivencia con la familia de mi papá y de mi mamá originarios de Tlacotalpan, ciudad de esta misma entidad, fue muy cercana desde que yo era muy pequeña.
Durante muchos años continuos mis vacaciones de Semana Santa, verano, y en diciembre las pasábamos en familia en este lugar el cual es considerado hoy en día Patrimonio Cultural de la Humanidad. Desde la forma en que nombraba a los objetos de uso cotidiano, por ejemplo “la faca1”, “el trinche2” y lo que éstos significaban, la comida tan rica a base de tortilla de maíz, frijol, salsa y queso, las fiestas, la música y las tradiciones, las costumbres en lo cotidiano y frente a la muerte misma fueron elementos con los que crecí, incluso sin estar de forma física en tierra veracruzana, pues a través de mi madre y mi padre y el resto de la familia se reforzaban esas costumbres. No niego mi origen citadino, ni 40 años de vida en la ciudad, pero siempre que hay oportunidad, con orgullo comparto que llevo sangre veracruzana en mis venas y que me siento más jarocha que capitalina.
La geografía baja californiana en la que, desde hace ocho años, me encuentro me ofrece un panorama visual y cultural diferente a lo que estaba acostumbrada. Desde entonces me hallo en un lugar donde la familia de sangre no está cerca, y, por tanto, los apegos tienen que volverse más flexibles. En este sentido, el proceso de adaptación que implica un cambio de región lo trabajo día a día de manera favorable, en tanto que me siento parte de los grupos a los cuales ahora pertenezco y a la familia de amigas y amigos que he adoptado como mi familia.
Frente a otros contextos y realidades distintas a las que caracterizan el centro y sur del país en donde mayoritariamente me he movido, me causa interés las prácticas que se tienen en Ensenada, por ejemplo, en el ámbito del comercio, donde sobresale la venta de artículos de “segunda mano” o de saldos, entendiendo por esto mercancía nueva, en buen estado, que descontinúan de las tiendas de autoservicio por alguna razón relacionada con las ventas. Esta práctica comercial es usual en la frontera por la cercanía con Estados Unidos, en donde la cultura del desecho es predominante y las personas que comercian en México aprovechan esa peculiaridad de los estadounidenses para “rescatar” todo lo que desechan y que aún están en buenas condiciones para venderlas en México.
Así como esta práctica, existen otras más en diversos ámbitos sociales y contextos que solo se viven en zonas de frontera. Una de estas prácticas que llaman mi atención, es un fenómeno que se relaciona con los dos ejes de mi interés, que mencioné anteriormente, que tienen que ver con el ámbito de la educación y la ciudadanía. La situación que observo y sobre la cual pienso, deriva de la vida en frontera. En la garita3 del centro de Mexicali, Baja California, México, todos los días, desde muy temprana hora comienzan a llegar jóvenes que van a estudiar a Estados Unidos (EUA)4. Un buen número de estudiantes que viven en México cruzan la frontera para asistir a las escuelas ubicadas en Calexico, California, EUA. El fenómeno, me invita a cuestionarme sobre cómo configuran estos jóvenes su identidad cuando cotidianamente conviven en una mezcla de culturas, lenguas, significados, valores e historia disímiles.
Aunado a esto, dado este ir y venir entre países y culturas distintas, qué acciones o subjetividades subyacen al entendimiento de la ciudadanía. Esto porque la escuela es un espacio formativo y, además, es donde socializan e interactúan por lo que tiene un impacto importante en la construcción de las personas, también porque es el espacio en donde las y los estudiantes conocen sobre la historia del país, y a través de prácticas concretas como la participación en grupos, la toma de Nombre que se le asigna a una zona constituida por un cuarto con vigilancia federal y dispositivos de control ubicada en el cruce de las fronteras a través del cual se autorizan los cruces de un país a otro.
Estos jóvenes, por una parte, reciben educación formal en un marco estadounidense por lo que día a día se apropian de la historia, costumbres y tradiciones de aquel país, pero sobre todo de un idioma distinto al que hablan originalmente en el país donde viven. Esto contribuye a alguna clase de sentido de pertenencia tanto por los contenidos deliberados del programa académico, como por la convivencia que tienen con los otros. De igual modo, el hecho de vivir en México, en donde desarrollan el resto de sus actividades y establecen vínculos afectivos con la familia, con otras amistades, son espacios en los que se ponen en marcha una serie de prácticas, discursos, cargados de simbolismos y significados propios de México.
Se parte de la idea de que toda institución educativa tiene dentro de sus propósitos formativos contribuir al desarrollo de una identidad colectiva vinculada a lo nacional. Esta se constituye por diversos elementos que para la nación son valiosos a fin de moldear el tipo de futuro ciudadano que representará a la nación en cuestión. Al respecto me parece interesante abonar a otros entendimientos sobre la configuración de la identidad de las y los jóvenes transfronterizos y su vinculación con las nociones de ciudadanía que se gestan en un contexto muy particular como es la frontera México-EUA.
Para ello es necesario alejarse de perspectivas institucionales y de puntos de vista disciplinarios desde donde se ha abordado tradicionalmente la ciudadanía. De igual manera, es preciso partir de la exploración de lo local en términos de territorio, así como en las prácticas, discursos y relaciones de quienes viven condiciones transfronterizas durante su proceso formativo. Esto conlleva a una mejor comprensión sobre la manera en que ciertos elementos contribuyen a la configuración identitaria de los estudiantes que transitan de un país a otro. También es de mi interés conocer la forma en la que sienten y piensan la ciudadanía, palabra cuyo significado emplean como forma de identificación nacional ya sea americana o mexicana, y que utilizan con frecuencia dada la práctica transfronteriza que realizan. En este sentido, me interesa indagar lo que ocurre en el territorio fronterizo de Mexicali y Calexico caracterizado por ser puente transitado por estudiantes que viven en México, pero que estudian en EUA. Además, resulta pertinente que esta mirada de la cual hablo provenga de las voces y sentires de quienes están en proceso de construcción identitaria y ciudadana, es decir, de las y los propios jóvenes estudiantes.
El acercamiento a la forma en que se configura la identidad en un contexto de frontera y bajo dinámicas transfronterizas ofrecerá un panorama sobre su comprensión desde la experiencia de la gente misma que la habita; particularmente la gente que vive en la frontera norte de México que, infiero que, construye de manera distinta su identidad y representa a la ciudadanía en función de lo que viven y sienten dada su circunstancia transfronteriza. Así pues, resulta un campo fértil para la investigación conocer sobre la configuración identitaria de las personas que se movilizan de México a EUA y viceversa todos los días. Derivado de las dinámicas transfronterizas, es de interés conocer también las nociones sobre ciudadanía que se gestan al mismo tiempo, dentro de los ámbitos sociales y culturales en los que se adquieren, fortalecen y encaminan las ideas asociadas a la ciudadanía con la cual se sienten identificados.
Considero que será de utilidad conocer cómo viven, sienten y piensan la ciudadanía las y los jóvenes estudiantes transfronterizos a quienes ni el Estado mexicano en el que viven, ni el Estado estadounidense en el que estudian, les ha otorgado la posibilidad de ejercer la ciudadanía en su sentido prescriptivo y legal debido a que aún no cumplen la edad en la que formalmente se consideran ciudadanos, y sin embargo, la viven, la sienten y la piensan sin necesariamente ser conscientes de ello. Además, indagar sobre estos sentires permitirá conocer otra arista sobre la construcción de sus identidades como seres individuales y colectivos.
Así mismo me parece relevante analizar los discursos, las percepciones y las representaciones que influyen y definen los rasgos en la configuración de su identidad y en esa misma conformación, identificar los aspectos que resaltan sobre las nociones que tiene de la ciudadanía.
La formación cívica y ciudadana en México ha sido explícita en la educación formal durante por lo menos 100 años en los libros de texto gratuitos que ofrece el Estado a nivel nacional, y plasmada en los ejercicios dirigidos a niñas, niños y jóvenes promovidos por el Instituto Nacional Electoral (INE, 2022) los cuales fomentan la participación y la fortalecen como práctica ciudadana. La construcción del concepto de ciudadanía desde la perspectiva sociocultural, va más allá de haber leído y estudiado lecciones o haber participado en ejercicios cívicos, incluso, rebasa los preceptos constitucionales que establecen que ser ciudadano implica haber nacido en México, que haya cumplido 18 años de edad y tenga un modo honesto de vivir en el caso mexicano; y haber nacido en territorio estadounidense en el caso del país vecino.
Esta enunciación constitucional de “ser considerado ciudadano” es solo la parte final de un proceso de construcción que empieza mucho antes y adquiere sentido junto con el contexto en el que se vive y en lo cotidiano. Además, el ser ciudadano está ligado a una pre concepción que ha sido construida y modificada en el tiempo y que forma parte de un proceso identitario de la persona, es decir, tiene que ver con el sentido de pertenencia a una nación y con elementos tanto concretos como subjetivos que la configuran. De ahí el interés por conocer los elementos que intervienen en la conformación de su identidad y a la vez, las nociones que tienen sobre la ciudadanía, tomando en cuenta sus movilidades transfronterizas en el Estado de Baja California, México, particularmente en la región fronteriza de Mexicali y Calexico. A lo largo del trabajo se hablará de la región fronteriza para referir al territorio definido por la vecindad geográfica de México y EUA en dichas colindancias

